jueves, 7 de abril de 2016

Trina Álvarez
Perfil docente
     En la educación inicial, se concibe el rol del docente como mediador de experiencias de aprendizajes de los educandos. Entendiendo por mediación un proceso mediante el cual produce  una interacción social entre dos o más personas con el propósito de producir un conocimiento.

     El maestro y la maestra, debe ser un modelo de liderazgo, con valores y con una visión creativa, con la búsqueda del bienestar social colectivo. Además, debe ser promotor y promotora de la formación del educando. El perfil docente consiste en formar personas dinámicas, polivalentes, creativas, reflexivas, críticas e investigadoras, con habilidades, conocimientos y actitudes para diseñar, evaluar, desarrollar, y formular diversas estrategias en los contextos socio-educativo y culturales.  

     En concordancia con las bases del currículo de Educación Inicial, la definición del perfil docente obliga se basa con relación a cuatro pilares del conocimiento; así la formación integral humana que reúna tanto aspectos personales, afectivos, actitudinales, intelectuales y habilidades como la relación a su entorno. En ellos podemos nombrar los pilares como lo son: aprender a hacer, aprender a conocer, aprender a convivir y aprender a ser; los cuales están asociados a los distintos roles y competencias del docente requeridos en la cotidianidad de la acción pedagógica. En las tres dimensiones podemos hacer mención a:
1) Persona: Está asociada al pilar del conocimiento: “Aprender a Ser”, lo que implica desarrollar carisma personal y habilidad para comunicarse con efectividad, esta dimensión contempla el desarrollo global de la persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad, además del desarrollo de la creatividad e imaginación y de la capacidad para actuar de acuerdo a un conjunto de valores éticos y morales.
 2) Pedagógica – Profesional: Esta dimensión se relaciona con los pilares del conocimiento vinculados a “Aprender a Conocer” y “Aprender a Hacer”. Con el primero se enfatiza la necesidad de adquirir los instrumentos del pensamiento para aprender a comprender el mundo que lo rodea, al menos suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades profesionales y comunicarse con los demás. Se justifica en el placer de comprender, de conocer, de descubrir e indagar. Esto favorece la curiosidad intelectual, estimula el sentido crítico y permite descifrar la realidad, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía de juicio. Además, implica conocer acerca de la cultura general y saberes específicos, lo cual requiere un aprendizaje permanente por parte del docente. Con el segundo, Aprender a Hacer, se prioriza la necesidad de poder influir sobre el propio entorno. Estrechamente vinculado a la formación profesional: ¿Cómo enseñar? ¿Cómo poner en práctica lo conocido? y ¿Cómo innovar en la acción?. Este tipo de conocimiento requiere de un conjunto de competencias específicas asociadas al comportamiento social, la capacidad de iniciativa y la de asumir riesgos, además implica el desarrollo de habilidades que faciliten el trabajo con los niños y niñas, además de aprender a trabajar en equipo.
3) Social –Cultural: Esta dimensión se vincula con el pilar de conocimiento: “Aprender a convivir”, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas. Este tipo de aprendizaje constituye uno de los pilares prioritarios de la educación contemporánea, cuya labor en el proceso de formación es estudiar la diversidad de la especie humana, lo cual implica el descubrimiento gradual del otro y la interdependencia entre todos los seres humanos. Aquí es necesario priorizar la convivencia junto a otros respetando la diversidad cultural y personal. Ello implica una educación comunitaria, basada en el trabajo, la participación, la negociación, la crítica y el respeto, donde los derechos y deberes de los ciudadanos sean la guía permanente de las acciones colectivas.

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